alucine





CINE-CLUB ALUCINE
presenta:

EL RÍO DE LAS TUMBAS
                 
Cuando se trata de ver cine, se ha dicho que se entra como en un sueño: Un espacio onírico donde el hombre rebela no solo lo intrincado de su condición humana, sino que también expone todo lo que ha sido capaz de construir, configurar, y transformar en beneficio o en contra suya, mostrándonos a plenitud todas las formas que él puede dar a sus entornos sociales y contextos históricos.

Así el cine expresa bien lo que se podría pensar, (desde un aspecto Borgiano), como una de las funciones terapéuticas que cumple el arte sobre la conciencia de las personas: la de ser un espejo que nos revela nuestra propia cara. En este sentido, el cine-club alucine, orbitando como una luna más de los de abajo grupo de trabajo, ha querido traer a todos sus espectadores, una ventana que puede ser una buena herramienta para empezar a realizar el propósito que puede cumplir el arte. Este instrumento es el ciclo con que iniciamos actividades en el segundo semestre del año en curso de ésta nuestra universidad; lo hemos denominado: “ASÍ ES MI TIERRA”, como un homenaje a esa otra cara que hace parte de nuestro origen como latinoamericanos, mestizos, y de identidad muy ligada a la tierra, pero que por desafueros de la historia y de los propios hombres que la habitan,  se da el caso que pasamos de la gloria a la burla y viceversa. El repertorio que lo compone es en primera instancia esta obra maestra pionera del cine colombiano que pretendemos presentar: El Rio de las Tumbas.

Catalogada como la película iniciadora del género cómico en el país, intenta rebelar en medio de este naciente genero una imagen totalmente cruda, irónica y mordaz del colombiano por medio de una de sus expresiones: el opita; cruda e irónica porque muestra la indolencia ante la realidad insinuada de un conflicto social y armado que deja como consecuencia directa el derramamiento de sangre reflejada en el cadáver que visita el pueblo a través del rio. Y mordaz porque es un golpe directo a la sociedad colombiana que no es capaz de vislumbrar para la época (1964) la situación que se está desarrollando en sus propias narices en relación a lo que el país experimentó en 1948 y que desembocó en esta guerra que hoy por hoy, cumple 63 años de estar activa. Pero además de esto, es una obra maestra porque también fue realizada con la mejor generación de dramaturgos con que contaba el país para la época, Luzardo recién llegado de realizar sus estudios en el extranjero, fue capaz de reunir en un mismo escenario a actores tan importantes en la dramaturgia y el cine colombiano como Carlos Duplat, Santiago García, y Carlos José Reyes, pioneros todos ellos en estos campos, y para mas merito, fue capaz de involucrar en la construcción total de la película al teatrero con más experiencia (sin desconocer los anteriores) y mayor claridad crítica de la realidad con que contaba el país en ese momento: Gustavo Andrade Rivera; no es gratuito que la cinta tenga esa inclinación de crítica y denuncia al conflicto y a la soporífera condición de indolencia en el que están sumidos los habitantes de la ardiente Villa Vieja en representación del pueblo colombiano.  Por otro lado, también esta película cuenta con la participación de uno de los mejores fotógrafos que ha parido esta Latinoamérica, el Brasileño Helio Silva logra darle un acabado perfecto al film sacando a plenitud todo el jugo a los rasgos distintivos del desértico, ardiente, luminoso y seco paisaje donde se desarrolla la historia, y en los espacios interiores, el ambiente casi lúgubre genera en el espectador el ambiente de zozobra necesaria para esta trama.

Finalmente todo este repertorio de imágenes, actos, critica y sátira, se ven y se sienten orquestados por el compositor huilense Jorge Villamil, el cual por medio de melancólicos y casi terroríficos punteos, y de la agradable sinfonía de sus Espumas, amenizan todo este viaje en el tiempo que nos legó Julio Luzardo.

En segunda instancia el ciclo seguirá con la proyección de otra obra maestra que refleja un poco lo que somos los opitas con un capitulo de nuestra propia historia, El embajador de la India, film que nos permitirá explorar la ingenuidad de nuestro pueblo y la mediocridad y estupidez de nuestros dirigentes; seguidamente queremos pasar de lo micro a lo macro, y de una homenajear a uno de los iconos del cine latinoamericano que por estos días cumple su natalicio, éste personaje es nada más y nada menos que Cantinflas, el cual consideramos tiene dos películas que complementan nuestro propósito con este ciclo: El mago y Así es mi tierra, filmes interesantes, en la medida que muestran aspectos del ser mexicano que se universalizan en la definición del Latino, y que por consiguiente, no se aleja para nada de nuestra condición y realidad; Por último la cinta que cierra el ciclo es un caleidoscopio que nos da una idea de lo diverso que somos y que en esa característica única refleja la manera como es nuestra tierra, el film es un regalo de un ruso al continente de los mil colores, es el último suspiro que da el majestuoso Sergei Eisenstein, el cual llamó: ¡Que viva México!. De este modo queremos invitar a todos los espectadores de nuestro cine-club, a que nos acompañen por todo este viaje onírico que estará rotándose por toda la USCO, y que aspiramos sea una herramienta más para conocernos y saber como somos, que hemos hecho, y para donde vamos.

SINOPSIS: (fragmento de crítica de la revista ojo al cine (1974) de Andrés Caicedo)


El film se abre con unos hombres de aires sombríos, que viajan en camioneta, de noche, con macabra carga. Al llegar al puente echan la carga, el cadáver, al rio. Al día siguiente el bobo del pueblo encontrará el cadáver, poniendo en apuros, en nombre del deber, al nuevo alcalde, dado a dormir hasta tarde, por la pesadísima indigestión. Se piensa que la aparición del cadáver traerá consigo intrigas, o quebrará de alguna manera el perenne sofoco y modorra del pueblo.
 
No, un segundo cadáver traen las aguas, y el policía lo apartará con un palito, diciendo: “para el alcalde del otro pueblo”. El film se detiene en la descripción de cada uno de los tipos que configuran el estancamiento del pueblo, en un clima de opresión que recuerda la mala hora: el bobo, el alcalde, el policía, la niña bonita, a quien visita un joven misterioso del que se dice que fue un día guerrillero en los llanos. 
 
Algún flash-back se pasa de este personaje, de su historia de guerrillas. El público se apresta a un acontecimiento sangriento que arruinará las fiestas-reinado para las que el pueblo se prepara. Pero el film evade toda conclusión de tipo policiaco. Lo que se creyó flash-back (porque la filmación es distinta, a base de grandes travellings) es material inmediato, y parece que el grupo de guerrilleros opera realmente afueras del pueblo. El film se cierra con la muerte del novio de la chica, acto súbito e incontrolable, que no da solución a nada, que hace volver sobre si toda posible intriga, digamos, todo posible argumento, para quedar claro, a estas alturas, que se trataba de un film descriptivo, de costumbres, el final, en brutal elipsis, es una negación voluntaria en mayores implicaciones, así como la única pelea (de cantina) que se da en el film es despachada por ruidos fuera de cuadro.